España es el primer país de Europa en términos de fracaso escolar y de mala inserción laboral de sus jóvenes. La OCDE pone el foco en los recortes y en jóvenes que ni estudian ni trabajan (el 23,7% entre los 15 y los 29 años) y el último informe PISA sentencia que el rendimiento de los escolares españoles se mantiene por debajo de la media de la OCDE. Que la tasa de abandono escolar en España sea del 26,5% (el doble que la media europea), es un dato muy preocupante.
El Gobierno prepara la que será la octava
modificación en 42 años de los planes educativos españoles. La
normativa vigente es la Ley Orgánica de la Educación (LOE),
que entró en vigor en mayo de 2006, derogó la LOGSE, la LOPEG y la LOCE (que no
llegó a aplicarse) y convive con la LODE de 1985. Los cambios constantes, por
tanto, son la tónica habitual de nuestro sistema.
¿Puede ser que un sistema educativo funcione con
tanto cambio? Desde mi punto de vista es imposible. En España se preocupan más
por modificar la ley que impuso el anterior gobierno (produciendo un desconcierto entre los profesores y los alumnos), que por la educación de los
niños y jóvenes, que debería ser lo primordial, lo único que les debería de
importar, porque de ellos depende el futuro del país. Por lo tanto, la ley de educación deberia ser consensuada por todos los partidos políticos, evitando así que cada partido político que entre a gobernar, modifique la impuesta por el anterior partido.
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